Había una vez un granjero chino al que se le escapó un caballo. Al día siguiente acudieron sus vecinos que habían escuchado la triste pérdida y le dijeron: “Qué mala suerte”, a lo que el granjero respondió: “Tal vez”.
A la semana el caballo regresó trayendo consigo catorce caballos salvajes a los que se había unido. Esa noche volvieron nuevamente a su casa los vecinos y familiares sorprendidos por la buena suerte del granjero: “¡Esta no la esperábamos! ¿verdad? ¡Qué suerte!” Y el granjero volvió a responder: “Tal vez”.
Al día siguiente, su hijo estaba tratando de domesticar uno de los caballos salvajes cuando salió despedido de la montura y se rompió una pierna. Los vecinos regresaron y dijeron: “¡Qué mala suerte!”, a lo que el granjero contestó, una vez más: “tal vez”.
Al día siguiente, llegaron los oficiales de reclutamiento en busca de jóvenes para el ejército, pero su hijo se salvó a causa de la lesión en la pierna. Esa noche llegaron una vez más los vecinos y familiares diciendo: “¡Qué suerte! ¡Qué bien!, ¿verdad?”, a lo que el granjero respondió: “Tal vez”.