Cada día aprendo algo de mi hija Valentina. Los niños son la versión humana más pura. Observar cómo es y cómo actúa me ayuda a discernir entre los aspectos importantes y los accesorios de la vida.
A Valentina le gustan mis abrazos, que la quiera, jugar y que le cuente historias.
La máquina de movimiento perpetuo en la que vivimos nos juega malas pasadas y nos empuja con persistencia por otras sendas. Continuamente olvidamos que, cubiertos los básicos, nada de lo que nos preocupa es lo importante.
El amor, disfrutar del camino y las historias tienen que ser nuestros pilares.
Después de haber leído esta última frase, seguro que muchos de vosotros no necesitáis justificación de los dos primeros. Pero, por si hubiera algún ápice de duda sobre el tercero: estamos biológica y neurológicamente conectados con las historias. Nuestra especie es adicta a las historias. Todo lo que hemos construido ha sido sobre el pilar de las historias. Las historias nos hacen sentir parte de algo más grande que nosotros mismos. Y estoy seguro que cuando Valentina sea mayor, y le lleguen los “golden slumbers” de McCartney, se acordará de mis abrazos, de los juegos con su padre, pero, sobre todo, de mis historias.
Ahora, dejemos de lado los sentimientos y centrémonos en la cognición. ¿Pueden los niños mostrarnos también el camino correcto a la hora de asimilar y procesar los conocimientos? Por supuesto. Valentina me lo recuerda cada día cuando, constantemente y sobre cualquier ámbito vital, me pregunta, “¿por qué?”.
“Por qué” es la pregunta fundamental. Y nuestro inmenso problema es no hacérnosla más a menudo. (Por cierto, la respuesta más importante es “no”, pero ese es tema para otra edición).
Por supuesto, el “por qué” de Valentina le sirve a ella para entender el mundo que le rodea. Pero esta pregunta tiene otras finalidades muy valiosas.
No hay nada más sencillo que hacer algo que hemos hecho siempre. Repetir nos conduce al dominio de la tarea, y hacer algo con facilidad nos reconforta. Nuestros trabajos los conforman centenares de procesos vacíos que solo hacemos por inercia. Y, si antes de hacer algo, nos preguntásemos por qué lo hacemos, lo más probable sería que desistiésemos al instante.
No es fácil pero, igual que mi hija Valentina, procuro (me fuerzo a) preguntarme por qué siempre que puedo.
los vídeos de Youtube, son también el fruto de las dudas sobre lo que había venido haciendo con anterioridad.
Aunque el antiguo formato del podcast (como muchos llaman, “el de las musiquitas”) era bastante apreciado, evolucioné hasta lo de ahora por muchas razones que ya he explicado: me permite ser más constante, se alinea más con los contenidos del premium y facilita que el proyecto llegue a más gente.
Pero el otro día, después de emitir el último episodio, volví a preguntarme por qué.
Y una cosa llevó a la otra.
Vuelven las historias (y las musiquitas).
Pero en un formato totalmente distinto a lo que he hecho hasta ahora. (Y del que, claro, tengo poco dominio).
Pero, ¡qué les den a la inercia y al confort!
Gracias Valentina.
P.D.: No dejaré de hacer los formatos actuales, lo nuevo es un añadido.
P.D2: El único problema es que no tengo mucho tiempo. He querido dejar esto aquí escrito para meterme presión. La semana que viene os daré más detalles.
P.D3: Deseadme suerte, y si os gusta esta newsletter, DADLE AQUÍ Y COMPARTID, QUE NO OS LO PIDO NUNCA.
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