De todas las historias inventadas que se cuentan sobre Albert Einstein, mi preferida es la de su chofer.
Dicen que un día en una entrevista el periodista le preguntó:
– Señor Einstein, si medio mundo considera que usted es la persona más inteligente de este planeta, ¿quién es la persona más inteligente según usted?
Einstein, que en aquel momento aún era muy joven y todavía no se había convertido en el icono que acabó siendo, se acomodó los pantalones, se colocó en el sillón y contestó:
– La persona más inteligente de este planeta es mi chofer.
El periodista arqueó las cejas como diciendo: “esto me lo expliquen”.
Así que Einstein le contó que estaban yendo un día más a una nueva conferencia en coche. El científico estaba muy cansado después de toda la semana viajando y el chofer se ofreció a hacer la charla por él. Había escuchado tantas veces la conferencia que se la sabía de memoria y se veía completamente capacitado de repetirla sin problema. Einstein, curioso, aceptó la divertida propuesta, se intercambiaron los trajes y entraron en la sala. Por aquella época, sin Reels y TikTok, mucha gente había oído hablar de Albert Einstein pero pocos sabían el aspecto que tenía.
Einstein se sentó al final de la sala y escuchó la perfecta charla del chofer, repitiendo milimétricamente sus palabras, subido en el podium como si fuera el físico más importante de la historia.
Al final del encuentro, en la ronda de preguntas, un periodista (el típico listillo que solo acude a las ruedas de prensa a lucirse) le hizo una pregunta con muy mala intención, y con muchas matemáticas de por medio, relativa a una de las teorías del científico alemán.
Desde el podium, el falso científico, con mucha serenidad e intentado devolvérsela al periodista listillo, le dijo: “esa pregunta es tan tonta que incluso mi chofer, que está sentado al final de la sala, se la responderá sin problema”.
Aunque, como digo, esta historia es tan solo una leyenda, me gusta porque ejemplifica distintos tipos de inteligencia. Hay mentes capaces de demostrar ecuaciones físicas que conducen a fenómenos que chocan con el sentido común y otras capaces de salvar las propias limitaciones exprimiendo otro tipo de ingenio. Me recuerda a una frase que siempre me decía mi padre: a veces, no es más importante saber, sino tener el teléfono del que sabe. (Aún no teníamos email).
Yo tengo el email de Nudista Inversor.
Estás a un click de poderlo escuchar. Y ahora, si fuera gilipollas, te diría: “¡¿Te lo vas a perder?!”