La primera vez, al menos que recuerde, que fui embaucado por la publicidad fue a los siete años. Un anuncio apareció de improviso en medio de una tarde de televisión lineal. El maletín de FEBER. En la carta a los Reyes listé otros deseos, pero eran solo relleno. Lo único que me interesaba aturadamente era aquel maletín sin fin con taladrador, cajón y cinturón. Una primera prospección visual de los paquetes esparcidos por el salón de mi casa prendieron las sospechas iniciales de que algo espantoso estaba a punto de suceder. Ninguno de ellos tenía la forma, ni de lejos, de lo que debería ser el continente de un maletín. La primera gran decepción de mi vida. Mis padres, que acababan de presenciar una escena de un dramatismo despiadado en la que un niño, cada vez más pálido, abría regalos y los descartaba en el mismo instante, apuntaron un atisbo de esperanza: «tal vez en casa de los abuelos…» Pero nada, ni en la de unos, ni en la de los otros. Ni rastro del maletín. ¿Qué podía haber pasado? Había sido un buen niño. ¿Por qué me habían hecho eso los Reyes? ¿Tal vez querían darme una lección? ¿Acaso su intención era prepararme para la vida real de los deseos frustrados? ¿O era simplemente un error? ¿Tal vez no había sido lo suficientemente preciso en la carta? Al día siguiente, aprovechándome sin saberlo de la percepción temporal infantil, empecé a prepararme para las siguientes Navidades. Pero esta vez lo iba a hacer mejor. Comencé con la descripción más detallada posible del maletín. La marca, los colores, la forma, las funciones… Hice un dibujo, después de muchos bocetos imperfectos. Incluso escribí sobre el uso que iba a darle, como iba a jugar con él, las horas de distracción que me iba a proporcionar… Tenía que estar todo completamente justificado, sin fisuras. Estuve durante muchos meses viendo los dibujos de la tarde con la única intención de darle al rec en nuestro vídeo Beta cuando saltaba la publicidad. Me perdí un año entero de tramas de David el Gnomo e Inspector Gadget por tener la atención completamente fijada en cazar el anuncio del maletín y poder adjuntar la cinta en la próxima carta. Después de sacar el tema en todas y cada una de las reuniones familiares, todo mi entorno había interiorizado la importancia de aquel maletín. Pero no fue hasta que vieron la carta con la cinta adjunta que entendieron, de verdad, que la cosa iba jodidamente en serio. La mañana de Reyes de 1988, supe perfectamente qué paquete tenía que abrir primero, y, efectivamente, ahí estaba. Los esfuerzos habían dado sus frutos. Lo que no sabía es que en ese punto comenzarían las sorpresas. Tú no tendrás que esperar un año para conocerlas, solo hasta la próxima edición. Crecer con José Carlos CortizoJosé Carlos Cortizo es CMO de Product Hackers, una agencia especializada en crecimiento de empresas, autor del libro PsychoGrowth: Hackeando el cerebro de tus compradores, experto en ECommerce, co fundador de Mumbler, una herramienta para monetizar tus audios y, atención, Dj techo. Hace mucho tiempo que tenía esta charla pendiente y ha sigo genial escuchar su historia.
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