Una de mis películas preferidas de todos los tiempos es “Stand by Me” (1986). Como la gran mayoría de mis pelis preferidas la arrastro desde la infancia y, probablemente, el componente nostalgia pesa más que cualquier otro factor en la decisión de nombrarla como una de mis favoritas. “Cuenta conmigo”, que es como se llamó en castellano, es una adaptación de la novela corta de Stephen King “The body” y explica la historia de cuatro amigos que inician un viaje para llegar al lugar donde se encuentra el cadáver de un chico del pueblo (qué queréis, es de Stephen King, tenía que salir un cadaver… )
El recuerdo que tengo de ella es espectacular. Verla despertó en mí el interés por la aventura y la exploración. Una de las escenas más míticas, que seguro recordaréis si la habéis visto, es el recorrido de los chicos por la via del tren (un momento que tengo inmortalizado en una obra de Pixel Art en la estantería de mi despacho de casa).
Pero en realidad, “Stand by Me” es una peli sobre la amistad y los lazos que se consiguen con las personas con las que vives una aventura. Seguro que la experiencia os habrá enseñado, como a mí, que estos vínculos son infinitamente más fuertes que los que se consiguen de cualquier otra forma.
Muchos de mis veranos han sido como en “Cuenta conmigo”. O, al menos, así los recuerdo yo.
Los primeros que me vienen a la memoria son en los que veraneaba en “la torre” de mis abuelos (que es como llamamos a la casa de campo en Lleida). Aquellas excursiones a lo desconocido en mi bicicleta BH roja con asiento alargado. Las incursiones a las torres abandonadas. Los baños inesperados en pantanos de riego. Y, sobre todo, saber que si pasaba cualquier cosa (que sucedía a menudo) podía contar con mis amigos.
Luego vinieron los viajes.
El primero que hice con amigos fue a los catorce a Inglaterra. Tres meses que se convirtieron en una de las aventuras más grandes de mi vida. Y, a partir de ahí, cada verano he intentado vivir una peripecia mayor rodeado de mis mejores amigos y de las personas más queridas, trenzando unos lazos difíciles de romper.
Tengo la suerte de poder decir que he estado en medio mundo. Y aún más suerte de poder explicaros que conservo amistades inquebrantables labradas en todas estas aventuras. Y, por supuesto, seguir amando a Blanca, la persona con la que más aventuras he vivido.
Y aquí estoy, un nuevo verano, delante de un ordenador en una casita en la playa. Imposible estar más lejos de la aventura… O, tal vez, no.
A falta de poder explorar viajando, este verano me estoy focalizando en pequeñas aventuras de emprendimiento. El primero de ellos ya casi está acabado. Es una idea antigua, de la que ya os he hablado, pero desde hace dos semanas me he puesto manos a la obra y últimamente todos los astros se han alineado para poder tirarlo hacia delante. Tengo el nombre, el dominio (¡buenísimo!), está funcionando en mi ordenador y solo me faltan algunos retoques de la web para poderlo lanzar.
Esta semana viene a los mastermind Àlex Martínez Vidal y le explicaré este pequeño nuevo proyecto con todos los detalles. Con suerte, la semana que viene ya estará online y os lo podré enseñar y pediros opinión.
Si queréis participar desde el inicio de todos los proyectos y aventuras que explicamos los participantes y miembros de la comunidad de No es asunto vuestro, solo le tenéis que darle al famoso botón.
Nunca me hubiera imaginado las oportunidades de explorar que me ha acabado dando No es asunto vuestro. Y los lazos que he forjado con nuevas personas a través de una conversación detrás de los micros o en un grupo privado de Telegram. Gracias a No es asunto vuestro, cada vez tengo más gente a la que le puedo decir, cuenta conmigo.