Los habitantes de Frigia, una antigua región de Asia Menor, necesitaban escoger rey, así que consultaron al oráculo (que era como un consultor de la época, pero gratis y con más porcentaje de acierto).
La respuesta fue que el nuevo soberano sería quien entrase por la puerta del este (los griegos aún no habían descubierto el feng shui…), acompañado de un cuervo posado sobre su carro.
El primero que apareció con el combo carro/cuervo fue el labrador Gordias*. A este, ya monarca, se ve que le iban los scape rooms, e hizo en el templo de Zeus un nudo con los cabos en el interior tan complicado que nadie podía desatarlo. “Aquel que consiga desatarlo conquistará el Oriente”.
Cuando Alejandro Magno conquistó Frigia, le retaron a desatar el nudo de Gordias. Y éste solucionó el problema cortándolo de un golpe con su espada y gritando con sarna: “¡Es lo mismo cortarlo que desatarlo!”
Hoy en día, la expresión “cortar el nudo gordiano” significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema de mucha dificultad del que se esperaban soluciones creativas o propias del pensamiento lateral.
Pero es que, tal vez, no hay más pensamiento lateral o creativo que el de resolver un nudo, que todo el mundo esperaba ser desatado con las habilidades mentales, dándole un porrazo con la espada…
Es como cuando vemos esos divertidos vídeos donde alguien intenta escalar una valla y el compañero entra simplemente abriendo la puerta. ¿Quién piensa más lateralmente? ¿El que, obviamente, presume que estará cerrada y por lo tanto se las apaña para saltarla? ¿O el que, desoye el sentido común, y prueba de girar el pomo de un elemento ¡qué debería estar cerrado!?
No tengo la respuesta. Lo único que sé es que, de una manera o de otra, es igual de satisfactorio. Lo importante es resolver el problema. Y mejor si es de una manera inesperada.