Esta es la primera vez que me atrevo a contarlo. Hace un par de meses estaba viendo una serie, apáticamente porque no me terminaba de enganchar. Pero en el episodio tres de la primera temporada apareció una escena que cambio mi vida. No os digo ni la serie, ni ningún dato más, porque no quiero que huyáis prestos a buscarla. Sé que aún está disponible en una conocida plataforma de streaming. La protagonista estaba bañándose en una piscina pública a las afueras de Nueva York y, de repente, detrás suyo, estaba yo. Yo, sin ninguna duda. Mi bañador, mis gafas de sol e incluso la marca de nacimiento que tengo en el hombro izquierdo. ¿Cómo podía ser posible? Claramente, no podía ser yo, pero ahí estaba, en la pantalla, siendo yo. Detuve la imagen y examiné los pocos fotogramas una y otra vez, durante horas, aterrorizado y paralizado como un ciervo sorprendido por los faros de un coche en la noche. No se lo dije a nadie. Durante los siguientes días deambulé por mi vida completamente desorientado, en shock. No podía explicárselo a nadie porque primero tenía que ser capaz de explicármelo a mi mismo. Después de algunas horas en Internet, encontré el contacto de la directora de producción de la serie y decidí enviarle un email. En el asunto puse: «El extra de la piscina soy yo». Le expliqué la situación y le adjunté una foto mía en bañador para que pudiera comparar. Pasaron días sin respuesta que dediqué, cuando los compromisos familiares me lo permitían, a volver a ver, una y otra vez, la escena de yo en la piscina. Finalmente, una tarde, contestó: Hola Víctor, lo sabemos. Desde la emisión de la serie hemos recibido decenas de casos como el tuyo de gente de todo el mundo. Por favor, ven a nuestras oficinas y te daremos la explicación que te mereces. Me enviaron unos billetes y en un par de días, con la excusa de una reunión de trabajo, estaba subido en un avión completamente desconcertado. Me hicieron pasar a una sala acristalada con vistas a grandes calles flanqueadas por palmeras y jardines meticulosamente recortados. La directora de producción me dio la bienvenida y con un gesto señaló hacia una butaca justo al otro lado de la sala. Y ahí estaba, otra vez, yo. El hombre —yo— sin decir nada, se incorporó, se desabrochó los pantalones, se bajó los calzoncillos y dejó a la vista un enorme pene, uno de los más grandes que he visto en mi vida. Y, entonces, dijo: «Ves, no somos exactamente la misma persona«. Lo siguiente que recuerdo es el sonido de mi despertador. El «al final era un sueño» es un recurso que dejó de ser interesante el día que Lewis Carroll tuvo la genial idea de acabar así Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, hace 150 años. Cuanto más original, y única, es una idea más terrible y mediocre es copiarla. Pero, qué os voy a contar, el hecho de que algo sea terrible y mediocre no impide que suceda constantemente. Y de tanto copiarse —las ideas únicas— se convierten en clichés. Es como el restaurante secreto detrás de la lavandería. Ya no hay un lugar más predecible en el que montar un restaurante.
Edición de veranoEste agosto los contenidos en No es asunto vuestro no descansan (yo sí porque lo he dejado todo grabado). Cada semana un nuevo episodio con nuestros masterminds pero en una edición especial en la que responden preguntas personales e íntimas (y yo también). Le hemos puesto el título «Verano de confesiones», como si fuera un puto programa de Telecinco. A ver si así os apuntáis… Además, tendrás acceso a más de 300 episodios con historias de emprendedores que te ayudarán a hacer crecer tu proyecto, a audiocursos y a una comunidad única y secreta detrás de un muro de pago. Prueba. 👋🏼
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