El trabajo es infinito. Siempre habrá más correos por contestar, más problemas que resolver, más pedidos que gestionar, más ideas que implementar, más tareas pendientes, bullets points que marcar, objetivos a cumplir, otro facha que bloquear y nuevas metas que alcanzar. No se acaba, no se acabará nunca.
No hay nada importante, no hay nada urgente en esa pantalla. Cualquier cosa que no se resuelva hoy, se puede resolver mañana o, aún mejor, hay bastante posibilidades de que se resuelva sola. Si alguien se enfada, ya se desenfadará. Si pierdes una oportunidad de negocio, ya vendrá otra.
La perfección no existe. Por más horas que le dediques es imposible que puedas crear nada perfecto. Ni dedicando la vida entera a una sola cosa nadie nunca ha conseguido la perfección absoluta. Es más, la perfección puede ser una barrera para la creatividad porque puede limitar la exploración o la experimentación.
Sabéis qué es finito, importante, urgente y, si lo haces bien, también perfecto? Un paseo por la playa con tu perro, una hora más metido en la piscina de bolas con tus hijos, un cuento antes de ir a dormir que se alarga, quedar empapado haciendo los baños, una cena improvisada en un buen restaurante con tu pareja… Todo eso sí que es finito, urgente y perfecto.
Y ya está.
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