Estoy en un avión de regreso después de unos días en Alemania. Mi hija Valentina y yo hemos ido a visitar a mi amigo Ferdinand en su nueva casa en un pueblecito cerca de Múnich. También ha llegado desde Italia Isacco con su familia. Han sido cuatro días encantadores, rodeados de nuestros hijos (casi ocho, han habido noticias frescas), de paseos por bosques de Baviera, comilonas en monasterios y la mejor cerveza del mundo.
Por las noches (que ahí, sesudamente, comienzan antes), cuando los niños ya dormían, hemos podido disfrutar de largas charlas en el jardín a unos agradables siete grados perfectos para mantener las cervezas, y los huevos, a la temperatura correcta.
Isacco, Ferdinand y yo somos amigos desde hace más de 20 años. He hablado de ellos en diversas ocasiones en esta newsletter y en mis podcast. Nos vemos tres o cuatro veces al año, y los encuentros siempre son muy intensos. Nos ponemos al día de nuestras vidas y de nuestras carreras, pero también hablamos de política, de la situación de nuestros respectivos países, de economía y de lo que se tercie.
Una de las noches, la charla se centró en el Metaverso. Ferdinand es el jefe de uno de los equipos de investigación y desarrollo de la aseguradora más grande del mundo. Es la aseguradora de las aseguradoras. Y, si las aseguradoras ya mueven pasta, imaginad las a aseguradoras de las aseguradoras…
La principal obsesión de cualquier compañía de seguros es saber cómo va a cambiar el mundo. Porque si el mundo cambia, su negocio cambia. Por eso invierten cantidades ingentes de dinero cada año con el objetivo de estar preparadas para el cambio.
Ahora mismo, la inversión que se lleva la palma es el Metaverso. Seguramente muchos de vosotros (entre los que me incluyo) observáis el Metaverso con cierto escepticismo. Las demos que hemos visto hasta ahora no ayudan demasiado. Parece más bien un video juego soporífero con malos gráficos y sin ninguna utilidad o aplicación práctica en nuestras vidas. Pero estos equipos de investigación están trabajando poniendo el punto de mira dos o tres pasos más allá. Imaginando cómo serán nuestras vidas cuando esta tecnología evolucione.
En pocos años, mucho antes de lo que pensamos, buena parte de las cosas que ahora podemos hacer la mayoría de nosotros y nos podemos permitir dejarán de estar a nuestro alcance. Cosas tan habituales como viajar, coger un avión, ir a un restaurante o tener un coche propio. Serán lujos reservados únicamente para los más ricos. Las dos principales razones de esta situación que se viene son la inflación, que ya ha empezado un camino imparable, y nuestro planeta, que no aguantará el ritmo que llevamos.
Y ahí entra el Metaverso, que será la panacea que substituirá todas las actividades que ya no estarán a nuestro alcance. Nuestras gafas de realidad virtual tendrán gráficos hiperrealistas y poseeremos copias de nosotros mismos gestionadas por algoritmos que aprenderán nuestra forma de ser y serán una extensión nuestra paralela. La conexión entre lo real y lo virtual será inmensa. Viviremos entre dos economías, y la virtual cada vez será más prominente.
Pero lo más importante, y lo que más interesa a las aseguradoras, es nuestro legado. Cuando nosotros ya no estemos, nuestra copia virtual, nuestro algoritmo, seguirá existiendo. Y nuestros hijos y nuestros herederos podrán seguir interactuando con algo que será exactamente igual que nosotros.
Y, por supuesto, si queremos que ese legado perdure para siempre, tendremos que seguir pagando la protección de nuestro yo de ceros y unos ad eternum.