Estos son Ferdinand e Isacco, dos de mis mejores amigos (no sé porqué íbamos vestidos así en ese momento, pero no es el atuendo habitual).
Nos conocimos hace más de veinte años. Uno es alemán y el otro italiano.
A lo largo de los años, hemos vivido juntos, hemos viajado por medio mundo juntos, hemos charlado hasta el amanecer alrededor de una mesa llena de cervezas en incontables ocasiones, hemos llorado, nos hemos ayudado, hemos visto ir y venir a unas cuantas novias, hemos bailado en nuestras respectivas bodas, todos somos padrinos de los otros, hemos inaugurado nuestras casas, hemos visto nacer y morir nuestros negocios, hemos dormido en aeropuertos, en metros, en taxis, en aceras, en cunetas, en parques y en coches de alquiler, nos hemos despertado sin saber dónde coño estábamos en decenas de ocasiones (pero juntos), nos hemos visitado por sorpresa (casi es la norma), nos hemos tatuado lo mismo (al menos dos veces), hemos estado en los nacimientos de nuestros respectivos hijos (siete en total, de momento)…
Y todo esto, viviendo a centenares de kilómetros…
Los verdaderos amigos pueden crecer por separado, y a la vez muy juntos.
Ya que esta edición de la newsletter llega en un horario no habitual, he querido que el tema fuera en consonancia.