Cada noche diversos cómicos, actores y artistas de Nueva York se reunían en el Lindy’s, un restaurante muy conocido de Broadway. Mientras comían y bebían, aprovechaban para analizar, criticar y hacer pronósticos sobre el futuro de las obras del momento y del mundo del espectáculo en general.
El restaurante y sus encuentros dieron nombre a la Ley Lindy, que ha sido teorizada posteriormente por matemáticos y estadistas como Taleb: la esperanza de vida futura de algunas cosas no perecederas, como una tecnología, una idea o un proyecto, es proporcional a su edad actual. O sea, cuanto más tiempo haya sobrevivido algo para existir, también es probable que tenga una mayor esperanza de vida restante.
La longevidad implica una resistencia al cambio y mayores probabilidades de seguir existiendo en el futuro.
Puede sonar obvio pero, cuando estamos emprendiendo, creando un proyecto, un podcast, una newsletter, un canal de Youtube… es posible que, a veces, no lo tengamos presente. Está claro que el éxito está compuesto de mil factores distintos, pero uno de los que tiene más fuerza es la insistencia. No rendirse, iterar, pivotar y estar dispuesto a remar mucho tiempo sin ver resultados. No es fácil, lo sé, pero es bueno tener presente que muchos proyectos han fracasado por el simple hecho de no haberlo intentado durante más tiempo.
Si me hubiera rendido cuando muchos factores indicaban que, tal vez, sería lo más sensato, nunca hubiera tenido éxito con ninguno de mis proyectos.